jueves, 20 de octubre de 2011

Bereshit



Los dioses del Olimpo y los del Walhala, llamaron a reunión general a todos los demás dioses para tratar ciertas cuestiones de importancia en la regulación de la vida en el más allá y en el más acá.
Al parecer el mundo recién creado carecía de cosas esenciales. Era más bien un ovillo de rocas y metales, como si hubiese sido un desmoronamiento de mundos anteriores, amorfo e inútil. Sobre esa superficie riesgosa, brillaban los montes y resplandecían los palacios en que moraban las divinidades y a cierta distancia de todos ellos parecía arder algo semejante a un ovillo de ramas, eternamente y sin consumirse.
Concurrieron entonces centenares de diosas, preñadas de cientos de genios y duendes de la naturaleza, que no podían parir porque no había un solo tallo, una sola hoja verde, una gota de agua donde asentar tanta ninfa, tanto sátiro, tanto espíritu primigenio. No había tampoco aire para hacer el viento, ni agua para el mar y los ríos, para que erosionaran las rocas, y los dioses de los nómadas llegaban en pequeños grupos, callados y buscando un solo, un único, grano de arena ejemplar, con el que comenzar a poblar sus desiertos.
Llegó también un dios anciano de barba partida, acompañado de un joven rubio de túnica sin costura. El anciano traía las manos embadurnadas con una sustancia desconocida, seguramente algo primordial con lo que había estado obrando momentos antes. Los rodeaba a ambos un aura dorada que de a ratos parecía plasmarse en la figura de un ave.
Zeus, Odín y la Trinidad brahmánica parecían presidir la reunión
-Estamos reunidos para ver que vamos a hacer con este mundo que creamos- tronó Zeus .
-Entre todos tenemos que decidir que hace falta y que no- se animó a decir Siva, desde adentro de la Trinidad que se veía como un paquidermo giratorio y multifacético.
-Pero apúrense, que estamos que reventamos- dijeron a coro las diosas preñadas.
-Creo que lo primero que hay que hacer...- empezó Odín.
-Silencio! - lo increpó el viejo de barba partida- yo ya tengo hecho bastante, cuando ustedes decidieron reunirse ya hacía rato que yo venía creando cosas.
-¿Cosas? -dijo Odín, todavía amoscado por el reto- ¿como qué cosas?
-De todo, hasta el Hombre y la Mujer, hemos creado - se animó al plural - por eso traigo las manos embarradas, de crear al Hombre, Adán, y al ratito a la Mujer, Eva se llama.
-¿Ah, sí? - dijeron las diosas- y ¿está de encargo, también?
-Bueno, parece que ustedes no entienden nada... a ver, yo vengo de crear a la especie humana. Entre otras cosas para que ellos los imaginen a todos ustedes. Ustedes son, existen porque mi creación los imaginará. Y como ustedes deberían saber, en estas cuestiones divinas no hay tiempos verbales, es lo mismo antes que después, la consecuencia puede preceder a la causa.

En ese momento se produjo un murmullo generalizado, que fue interrumpido por las voces de Odín y Zeus que a dúo estallaron:
-¡Jamás! El mundo que creamos necesita de nosotros, y no nosotros de él.
-¡Creemos algo ya! Algo de cuya importancia no quede lugar a dudas. El bicarbonato, por ejemplo- dijo Hefestos sacudiéndose las chispas del trabajo en la fragua.
-¡Si, el bicarbonato! ¡tenés razón rengo, y de paso también el agua!- dijo Poseidón, todavía en seco y sin reino.
-¿Bicarbonato quieren? -dijo Palas Atenea- ¡Pero se lo bancan ustedes, no quiero cuentos después!
-¿No escuchaste hablar al viejito, que nos dijo que el tiempo verbal era insignificante en estos casos? -se oyó desde el fondo a una musa.
-¡Quién dijo eso?- saltó Cronos, mirando la clepsidra inútil que los dioses orientales le habían traído de regalo.
-Yo lo dije, y más vale que te vayas fijando en lo que comés, mocoso- reaccionó el de barba partida, con la aureola cada vez más verdosa por la indignación de verlos pelearse por el segundo puesto.
-Repito, quieren bicarbonato y bicarbonato tendrán: ¡hacheceotrés, rayita!- creó la Niké entre dos resplandores del escudo.
    Y el bicarbonato se corporizó, bajo las propias narices del viejito omnisapiente.
    -Ya conoces nuestra creación, vejete, ahora muéstranos la tuya - le zampó Palas repentinamente doblada al castellano peninsular. Seguramente la insignificancia de los tiempos verbales estaba prestando su efecto.
    -Mi creación está encerrada en un jardín, son ustedes los que tienen que ir allá y eso por el momento no puede ser.
    -¿Un jardín? También creaste un jardín? - preguntó Deméter en un hilo de voz.
    -Jardín y lo que no es jardín, gordita. He creado de todo. Y lo mejorcito, lo puse en el jardín.
    Mientras tanto el bicarbonato, que había sido creado como una masa informe, comenzó a dar señales de estar produciendo otras cosas a partir del plasma incorruptible que lo constituía. Surgieron de él las lavas de los volcanes, las aguas de los mares donde sin dudar un instante se zambulló Poseidón y los aires que en movimiento dieron lugar al Céfiro y al Noto. También surgieron de sus entrañas de piedra fundida y en forma de funciones de onda mentales la más variada serie de nociones y conceptos éticos y morales, políticos, filosóficos, teológicos, desde la monarquía absoluta hasta la delectación morbosa en el conticinio, pasando por el esteleonato. Brotaron la caja de Pandora todavía vacía, el martillo de Thor y el mazo de Daikoku, el hígado y el águila de Prometeo, una yunta de centauros con herraduras de oro, y toda la utilería necesaria para unas mitologías comm'il faut.
    En cuanto a lo elemental, emanaron del bicarbonato el nitrógeno, el hierro, los alcalino-térreos, los gases nobles y el uranio 235. El ozono quedó para después y el Malo aprovechó para inventarlo, festejando con ello la expulsión del paraíso. Amagó con el bosón de Higgs pero arrugó y aún lo están esperando.
    Constituído en piedra angular de la filosofía, el bicarbonato fue reverenciado por los dioses olímpicos desde el momento de su creación. Mucho tiempo después se dijo que la joya central en el turbante de Alá estaba compuesta de bicarbonato monocristalino. Y tal vez estuvieran saturadas de bicarbonato las aguas del Leteo, pero nadie lo recuerda.
    La victoria final le llegó cuando Yahvé lo incluyó en el metabolismo de los seres vivos. Lo hizo al abrir la puerta del Edén, como un gesto de misericordia hacia la vida silvestre y un acercamiento a los otros credos.



    Javier VALLI
    2/V/2010
    Bereshit: en el comienzo (así empieza la Biblia en hebreo). Iparraguirre no me deja mentir.
    Niké: Victoria, en griego. Una "advocación" de Palas Atenea. Ojo ahora al nombrar las zapatillas.
    comm'il faut: del francés. Como es necesario (que sea)
    Leteo: rio del infierno, cruzarlo provoca amnesia.

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