jueves, 20 de octubre de 2011

No te des por vencido ni aun vencido



Había nadado desesperadamente, aferrado a las tablas. Fueron su prisión y luego le salvaron la vida. Atravesó una madera detrás de las dos rocas puntiagudas, pasó la cadena por entre ambas y así se aseguró de que si se dormía o desmayaba la corriente no lo arrastrara. El grillete habia comenzado a lastimarlo, el sol y el agua salada harían sin duda lo demás en corto tiempo. No había más que musgos, algas y esa piedra volcánica lustrosa y áspera. Igual que su isla natal, antes de que llegaran los piratas. Un pedacito, tanto como para morir con el recuerdo frente a los ojos. Pero porqué morir? Los dioses le habían conservado la vida, les agradeció bebiendo un trago de agua en el hueco de la mano y ofreciendo el resto en un abanico de gotas, como habia visto hacer a los ancianos una vez, pero con el dulce vino oscuro de las tinajas de barro.
Morir? Imposible, estaba vivo y entero. Todavía podia dar pelea. Un pececito quedó atrapado entre los musgos y el se lo tragó de un solo bocado. Las escamas se le pegaron al paladar, el gusto amargo lo llevó a un pasado no tan lejano cuando era niño y masticaba esas extrañas bayas que lograban mantenerlo despierto durante la noche, vigilando. Era el único hijo varón y el padre, junto con los otros adultos de la isla, había partido a la guerra. El abuelo casi ciego le habia confiado el secreto de las bayas.
Estaba vencido. Vencido cuando se lo llevaron los piratas y lo encadenaron en la bodega. Vencido ahora con el sol alto que lo enceguecía y lo quemaba, con el mar que embestía el peñón una y otra vez como si quisiera volver a llevarselo. Pero no. No. Otro sería quien se dejara vencer, él no. Tenia que sobrevivir. Como su padre , como su abuelo y otros tantos más. Conservar la vida. Le latía en las sienes con furia la sangre de su raza. Luchar contra la adversidad. Los dioses le habian dado la señal al permitirle alcanzar esa roca solitaria. Estaban de su lado, de lo contrario lo hubieran dejado morir junto con el resto. Pero sólo para él se rompieron las tablas del barco, sólo para él estaba esa roca, sólo para él los dioses habían creado la esperanza.

Javier VALLI

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